—¿Por qué me has traído aquí? -Preguntó el joven. Estaba confundido. Tapaba con las manos sus fosas nasales para no seguir respirando aquel aire desalentador.
—Me preguntaste como sería la Tierra dentro de cien años y yo te respondo, muchacho –manifestó el anciano-. No me creíste cuando te dije que tenía el poder de visualizar el futuro, de ver a través de los ojos del tiempo.
—Pero…aquí no hay nadie. No veo nada, solo humo y arena.
—Ya nada existe –declaró el anciano-. La guerra del petróleo acabó con todo. Fue el principio del fin. Las energías alternativas quedaron terminantemente prohibidas y su investigación quedó relegada al olvido. El planeta no pudo soportarlo…y acabó con nosotros. Y nosotros con todo.
—¿Y qué puedo hacer? No lo entiendo. Solo soy un crío. ¿Por qué me enseñas esto?
—Y por eso eres nuestra esperanza. Eres el futuro, junto a otros millones de jóvenes en todos los rincones del planeta. Esto es lo que quedará en un futuro. Fuego, humo y oscuridad. No se trata de la acción de una sola persona, sino de un gran colectivo que luche día a día por la supervivencia de nuestro hogar. Este sendero conduce a la perdición. Pero hay otros caminos.
—Caminos que deben ser descubiertos…descubiertos con la ayuda de todos.
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