miércoles, 20 de abril de 2016

EXISTE UN MUNDO SIN FIN. - Por L.A.V.

Si sumamos miles de estrellas en el cielo, con un poco de suerte, podríamos alcanzar para sembrar toda la paz, justicia, igualdad, recursos. Todo el respeto y dignidad.

Soy unas migajas de pan y soy unas gotas de agua. A estas alturas, también un rayito de sol. Apuesto por pasos seguros que harán camino a los tuyos, para saber que, con muchas más migajas, gotas y soles, un pedazo de pan, pasará por tu garganta y alegrará el estómago de todos. El agua que bebamos, tiene que calmar tu sed. El calor que sienta en mis manos, pueda reconfortar las tuyas. Y quiero, que la aguja hile tan fino en tu piel hecha jirones, que no importe lo profundo, solo el tejido puro y restablecido.

El sonido de una tierra cuidada, dejará que exprimas su milagro, saborees sus frutos, llenándote de salud. Conservando su esencia.

El sonido del agua está esperando que flotes en la inmensidad del fondo de su luz. Su valor hará que cesen tus lágrimas.

El sonido del aire quiere que escuches su son limpio y puro. El aire y su recuerdo dejarán que seas la niña que pudo ser.

El sonido del fuego desea que, como llama, prendas corazones rotos, consigas calor dorado en los rincones de la vida.

Aunque un día te olvidamos, ellos jamás te olvidaron: la tierra, el agua, el aire, el fuego, unidos con el amor y nuestra fuerza, hoy harán posible que comas, bebas, respires, sientas calor.

Quiero tu esperanza. Te quiero a ti, sin temor, tejiendo la vida, preparando amor, cocinando cariño, poniéndole pasión. Siempre.


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(Categoría La Rioja)

CUANDO LOS SUEÑOS SE VUELVEN REALIDAD. - Por J.A.C.S.

Abrió con delicadeza aquella maltrecha caja. Entre sus dedos sintió los dos pequeños zapatos rojos que durante cinco años había guardado celosamente. Unas cuantas lágrimas recorrieron su cara, quemada por las intensas jornadas de trabajo bajo los rayos del sol. No podía decidir si su llanto era de tristeza o de alegría, si se debía a aquel niño que el destino había quitado de su lado o si era por la nueva vida que empezaba.

Sorprendido por un espontáneo abrazo infantil, de un pequeño que apenas le llegaba por encima de las rodillas, regresó de sus emociones.

Acariciando delicadamente a su hijo, miró a su alrededor y se encontró con un lugar que lucía cálido y acogedor, a pesar de su humildad y reducido tamaño. Se sintió orgulloso cuando sus ojos se cruzaron con la mesa de su nuevo hogar. En ese momento, se dio cuenta de que por primera vez la comida sería suficiente para todos. Estaba decidido a hacer cualquier cosa para que esa felicidad no fuera efímera, para que el hambre ya no les quitara los sueños, los tesoros, la vida.

Dispuesto a compartir con su familia, tomó al niño entre sus brazos, lo acomodó en una silla y con cariño le puso los zapatitos, los mismos que habían tenido dueño pero que nunca pudieron dar un paso.

Y la escena se repetía casi a diario, con la diferencia de que ahora no se trataba solamente de un sueño.


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APAGÓN. - Por E.B.

El televisor se apagó. También se apagó el velador, la luz del cuarto de mis papás, la computadora y la heladera. Igual eso mucho no me importaba. Yo no le tengo miedo a la oscuridad, le tengo miedo a que no funcione el televisor.

Me puse triste, mamá dijo que se cortó la electricidad, que la electricidad es la que hace que todos los aparatos de la casa funcionen. Pero ésta se había cortado. Me volví a sentar frente al televisor. Pensé en la electricidad, mamá dijo que la electricidad es energía y que en un rato iba a volver. Mientras, me divertí siguiendo a mamá cuando prendía las velas. Ella las prendía y yo las apagaba como en los cumpleaños. Ella se enojó, no sé porque se enojó.

Me fui al sillón y miré la pantalla negra sin sonido. Era como ver una caja de zapatos. ¡Me aburría! Entonces mamá me tomó del brazo y me llevó al jardín. En el jardín había una luz, era poca y era la luz de la luna. La luna estaba llena dijo mamá que sonrió. Ella me enseñó que la luna nos cuidaba y nos iluminaba por la noche. Mientras me abrazaba se prendió la luz en todas las casas del barrio. Los vecinos aplaudieron.

Yo aplaudí con mamá, pero no prendí la tele, me quedé en el jardín jugando con la luna.


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