De regreso al hospital donde trabajaba, público y laico pese a su mote de santo de la edad media, se enteró de que fue despedida por no diligenciar durante todo un mes el formato E-46 del Sistema de Gestión de Calidad, situación que aprovecha el Ministerio Público para abrirle un proceso disciplinario que le impida ejercer su profesión durante los próximos veinte años.
La doctora -que sabe a pie juntillas que le están pasando cuenta de cobro por su acto rebeldía, el formato de marras no lo conocen ni sus creadores-, amusgada y magullada, ni que fuera de piedra, se quita el repeluco como puede y demostrando que no está muerto quien pelea, se pone a trabajar de voluntaria en la Asociación de Víctimas de Violencia Sexual redactando quejas y solicitudes, mientras halla el modo de empuñar nuevamente el bisturí.
Y lo empuñará llueva, truene o relampaguee, aunque reviente de rabia toda la grey de patriarcas de su comarca.