Oscar tiene 35 años. Nació en la ciudad de Badalona, anclada en el mar, desde donde ve la inmensidad del Mediterráneo. Aprendió a nadar desde pequeño. Hoy, aletea más que nunca. Oscar se levanta cada día a las 6 de la mañana. Algunas noches las pasa en vigilia observando el Mediterráneo, pensativo. Otras, directamente se adentra en él. No habla griego, pero se comunica bien en inglés. Nunca está solo. Cuando se sienta sobre la lancha, nota el frío tacto del plástico. “He visto ahogarse a más gente en 25 días que en toda mi carrera”, le cuenta a un compañero. Hoy, 10 de enero, otra nueva misión. Podría ser 11, 12 o 13 de enero. Las situaciones son las mismas. Ya no ve el Mediterráneo desde Badalona. Ha emprendido un largo camino hasta el país que vio nacer la democracia, y en el que día a día la ve morir ahogada. Balas, estallidos, explosiones. No importan los motivos, lo fundamental es huir. ¿Dónde? Europa puede ser un buen lugar de acogida. Hoy un ingeniero, mañana una profesora de matemáticas...Oscar también ha visto un taxista, una enfermera de hospital, e incluso un niño escolarizado en la primaria. Algunos días el aleteo de Oscar tiene mejores resultados que otros. Surcar el mar para nadar. Podría ser 11, 12 o 13 de enero. Gracias a personas como Oscar podemos decir que, sólo a veces, el desenlace es feliz: llegar a la orilla. Balas, estallidos, explosiones. Es como una competición: quién se quede, pierde. Se trata de sobrevivir. Y de refugiarse. De refugiarse en algún lugar que te de cobijo. De saltar vallas, de franquear muros, de sortear obstáculos. Oscar tiene 35 años. Algunas noches las pasa en vigilia observando el Mediterráneo, desde Lesbos, pensativo. En pocos minutos, Oscar va a empezar a aletear. Hoy, 10 de enero, ya no piensa. Sólo mira. Pero no consigue ver nada.