Aun así, esta noche es diferente. Bajo mis pies descalzos, advierto que el suelo insinúa un leve temblor. Es solo una sensación, pero recorre cada una de mis células, manteniéndolas atentas a lo que allí ocurre. Un calor oculto empieza a florecer entre mis dedos y, como si alguien hubiera abierto una caja de música desafinada, centenares de sonidos estallan a mi alrededor rasgando la madera de ipé del suelo.
Ramas que crujen sin piedad, camiones que tiznan las hojas amarillas y rojas y verdes en derredor. Mujeres que gritan desconsoladas y abatidas, hombres tatuados que lloran la deforestación; sierras eléctricas que ahogan el llanto de un bebé desnudo, mientras una voz recia señala cuál será el siguiente árbol de ipé que se talará. El piar de pájaros que se hace etéreo, que se confunde con la humedad del trópico…
Ignorante sordera; esa que no sabe escuchar más abajo de nuestros propios pies.
Y como si nada hubiera ocurrido tras esa efímera visión, me incorporo; me sirvo otra taza de té. En algún momento fui la brisa, fui el hollín… en algún momento fui la raíz de aquél árbol de ipé; fui lágrimas, fuimos UNO… pero ya nada queda… ya no lo recuerdo.
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*Árbol del género Tabebuia, nativos de la zona intertropical de América, extendidos hasta Argentina y Paraguay. Usado por su dureza para fines comerciales en la industria maderera; sobre todo para exteriores y suelos. Su tala es acusada en el Amazonas provocando numerosos conflictos sociales y ambientales no sostenibles.
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(Categoría La Rioja)
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