martes, 19 de abril de 2016

EL SOSTENIBLE CUMPLEAÑOS DE FRIEDA. - Por A.R.R.

Frieda tiene 7 años y vive en Frankfurt, está recogiendo papel de periódico de una de las papeleras de la Plaza Central, hoy quizás tengan un día mejor, ya saben que aunque papá se haya quedado sin trabajo mamá todavía podrá ir a la casa del médico a limpiar y conseguir algún euro para comprar arroz y pan para las próximas dos semanas.
En el camino recoge más periódicos de más papeleras, mientras pisotea las pulcras plaquetas de la ciudad alemana, cabizbaja, piensa en la fiesta de cumpleaños de Geert, un buen amigo del colegio, un caballo enano, un mago, dos payasos, tres tartas, y más de veinte invitados, ella no piensa que eso sea una injusticia, piensa que es un error, simplemente se han equivocado.
Recoge dos carteles de una campaña política húmedos y arrugados para acabar, y se dirige hacía su piso alquilado en los suburbios, el papel es para recortar, para el confeti de su cumpleaños, no daba para ir a la papelería a comprar ese tan divertido que explota cuando lo desplazas en la punta.
Ahí vamos, a recortar el papel.
La tijera cruza una noticia en el diario de Frankfurt; “Nuestra ciudad es la más sostenible del mundo”.
Hay sopa para cenar, mamá echa otro litro de agua para que haya para todos.


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LA CONCIENTIZACIÓN DE MARISA. - Por A.M.C.

Cuando Marisa participó de la reunión, aquella semana, fue consciente de que, si seguía con su vida cotidiana, errónea, solo sería una persona más en el planeta que caminaba a grandes zancadas a un futuro destructivo. Aprendió que, si se acostumbraba a realizar un pequeño gesto diario, el universo le agradecería.

Comenzó en la mañana siguiente a la reunión. Cogió un papel e hizo una lista. El primer gesto era cerrar el agua mientras se cepillaba los dientes y no estar tanto tiempo bajo el agua en la ducha. Seguía con el reciclaje. El separar los desperdicios no le llevaría mucho tiempo.

Hubo un momento que paró y recordó la reunión. Eran veinte personas. Si los veintes asistentes hicieran lo mismo que ella e instruyeran otras cinco. Ya serían cien personas. Si estas cien repitiesen la instrucción, serían quinientas y así sucesivamente. Dentro de poco serían un ejército de personas luchando para un planeta más limpio y con posibilidades de futuro.

Marisa fue a la habitación de Carlota, su hija y la acarició. Estaba dormida. Se sintió feliz en saber que aquella nenita aun disfrutaría de la Tierra y sus maravillas. Ella era la otra parte de su tarea. Tendría que incluir en la educación de su hija, el respeto por el planeta. Enseñarla que los pequeños gestos cuentan mucho.

Una sensación agradable se apoderó de su cuerpo y su alma. Marisa acababa de recibir la llamada de auxilio de su planeta y estaba, ahora en sus manos, el actuar, creando su propio ejército de defensores.


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