martes, 5 de abril de 2016

MIENTRAS HALLA EL MODO DE EMPUÑAR NUEVAMENTE EL BISTURÍ. - Por J.A.R.

A despecho de las advertencias de sus jefes de abstenerse de meter el hocico donde nadie la ha llamado, la doctora Garzón, harta de desidia y manoseo, se dirigió a la clínica de la mujer y, amparada en la ley, le practicó un aborto a Tina, chiquilla de once años, violada y golpeada a mansalva, primero por su tío y luego por médicos y funcionarios públicos quienes, esgrimiendo la objeción de conciencia, se negaron a cumplir con su deber.

De regreso al hospital donde trabajaba, público y laico pese a su mote de santo de la edad media, se enteró de que fue despedida por no diligenciar durante todo un mes el formato E-46 del Sistema de Gestión de Calidad, situación que aprovecha el Ministerio Público para abrirle un proceso disciplinario que le impida ejercer su profesión durante los próximos veinte años.

La doctora -que sabe a pie juntillas que le están pasando cuenta de cobro por su acto rebeldía, el formato de marras no lo conocen ni sus creadores-, amusgada y magullada, ni que fuera de piedra, se quita el repeluco como puede y demostrando que no está muerto quien pelea, se pone a trabajar de voluntaria en la Asociación de Víctimas de Violencia Sexual redactando quejas y solicitudes, mientras halla el modo de empuñar nuevamente el bisturí.

Y lo empuñará llueva, truene o relampaguee, aunque reviente de rabia toda la grey de patriarcas de su comarca.

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