Todo comenzó hace un siglo, cuando el gobierno de R. Dominicana pagaba al de Haití, para enviara anualmente 15000 haitianos a trabajar en la caña. Los trabajadores venían engañados, prometiéndoles un futuro de trabajo en el campo. Hoy, sus descendientes trabajan para una empresa privada, que controla la explotación de Azúcar del país, y es dueña de todas las tierras de los bateyes. Su jornada es de sol a sol, a cambio de una casucha en penosas condiciones, sin agua, sin luz, y de 100 pesos (2 Euros) por tonelada de caña cortada. Son personas atrapadas, sin identidad, sin derechos, sin salida. Personitas que como Adelpha todavía sueñan con lo que querrían ser de mayores, antes de que les atrape la misma historia que a sus progenitores. Es el “sabor amargo de la caña de azúcar” que tanto se oye por aquí.
(Categoría La Rioja)