miércoles, 27 de abril de 2016

CERRÓ LOS OJOS. - Por B.R.J.

Cuando Martín mató a Noelia se echó las manos a la cabeza y dejó caer el resto de su cuerpo hasta el frío suelo de la cocina. Cerró los ojos. Cerró los ojos hinchados de lágrimas y de miedo, pensando muy fuerte que era una pesadilla y que al abrirlos su mujer no estaría rodeada de ese oscuro charco de sangre. La había matado. No sabía muy bien qué debía hacer en ese momento, ni siquiera sabía si tenía derecho a llorar al amor de su vida cuando él mismo se la había quitado. Se levantó para ir al baño a vomitar. Cuando regresó a la cocina, fue consciente de que el charco de sangre de su mujer crecía mientras el cuchillo que había utilizado dormía avergonzado al lado del vientre de Noelia. Decidió llamar al 091 y decir lo que había pasado. No le temblaba la voz ni le temblaba el cuerpo. Le temblaba el corazón. Él no pensaba que fuera así… solo quería tener un matrimonio feliz y que cada uno cumpliera su parte. Ella intentaba ser la mejor esposa, tal y como le habían enseñado. Siempre con la comida lista, la casa limpia y la plancha hecha. No salía muy a menudo porque sus obligaciones no le dejaban tiempo para mucho más, y además, qué iba a pensar su marido si saliera con las amigas. Intentaba que Martín no se enfadara con ella, pero a pesar de su empeño, cada día hacía algo mal.

Noelia sumó una más aquella tarde a la larga lista, después de veintiocho cuchilladas e incontables golpes. Durante años, creyó que Martín cambiaría y se haría más bueno, porque más no la podía querer. Es lo que le repetía después de cada paliza. Pero aquella tarde, justo después de la última cuchillada, la mortal, supo que estaba equivocada y que eso no era amor. El amor no era sangre, ni moratones, ni humillaciones, ni lágrimas. Y tampoco sumisión. Ya era muy tarde, se estaba desangrando y no estaba dispuesta a escuchar otra vez la palabra ‘perdón’.


(Categoría La Rioja)

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