La dueña de ese corazón era una joven mujer, a la que el destino, como a tantas otras, la había hecho nacer en un país al que largos años de guerra habían dejado devastado. Sin embargo, desafiando todo lo establecido, ella había decidido no descansar hasta que todos en su país y en el mundo, sin importar género, pudieran tener acceso a una educación de calidad.
Quizás ella era únicamente una jovencita, luchando una infinita guerra contra el monstruo salvaje de la ignorancia, pero ella no sentía temor alguno. ¿Qué importaba dar la vida, con tal de garantizar que, un buen día, ninguna mujer vea truncados sus sueños de estudiar para poder contar con un empleo digno? Quizás ella era únicamente una pequeña voz en el desierto… Pero, a veces, una pequeña chispa es lo único que hace falta para iniciar el dulce fuego del cambio.
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