Era casi primavera y deseaba hacerle a su mujer un regalo distinto. Pasó por una venta de plantas y vio la maceta con los plumeros al viento, vivos y ondulantes, como barcos cabeceando en un oleaje suave, recordó las canciones tristes de los marineros y decidió que ese sería su presente. Elena celebró la adquisición y ubicó la cortadera en la tierra, entre la verja y la albahaca.
El desarrollo posterior de la planta no admite descripciones razonables, se transformó en un ser feroz que devoró las otras especies, y contaminó con sus simientes hasta el último rincón. A la tarde arrancaban diez plantas y a la mañana siguiente habían crecido cincuenta nuevas. La vida de Juan y de Elena se redujo a estornudar y extirpar invasoras.
Hasta que Juan se declaró vencido y resolvió vender la casa a una empresa que construiría una torre de cristal y acero. Cuando cerró la puerta por última vez, además de una incipiente duda acerca de la eficacia del cemento y los metales para aniquilar al monstruoso vegetal, sintió una opresión en la garganta, los plumeros se balanceaban y parecían corear para él -Bring back, bring back / Oh, bring back my bonnie to me.
Post en Facebook
(Categoría General)
No hay comentarios:
Publicar un comentario