lunes, 11 de abril de 2016

LOS TIGRES SALEN POR LA NOCHE. - Por A.O.R.

–¡Eh, tú! ¡Menudo culo!–gritó una voz masculina a su espalda.

Se le encogió el estómago. Apretó con fuerza el mango de su paraguas y aceleró el paso, no tanto como para que pareciera que estaba huyendo, pero sí lo suficiente para poder echar a correr en caso de que necesitara hacerlo.

Cuando se había despedido de sus amigas en el centro, no eran más de las doce de la noche de un sábado, con lo que no había creído necesario que la acompañaran –todas ellas vivían en dirección contraria a ella y la calle estaba relativamente llena de gente–, pero ahora se estaba arrepintiendo de no haber llamado a un taxi.

–¡Eh, tú, la morena! No me ignores. Te estoy hablando a ti.

«Los violadores buscan víctimas que no opongan resistencia, que lleven el pelo recogido para poder tirar de ellas con más facilidad, que vistan ropa fácil de desgarrar, que no porten objetos que se puedan convertir en armas», se trató de tranquilizar. Llevaba un paraguas, unos robustos pantalones vaqueros y un chaquetón que había soportado tormentas peores.

–¡Eh, zorra! No finjas que no me has oído. Solo quiero conocerte, joder, borde de mierda.

Los pasos de la voz gangosa se hicieron más ruidosos y más acelerados. Aurora, con la garganta congelada, no se veía capaz de gritar «¡Fuego!» si conseguía acercársele más, así que hizo lo siguiente mejor.

Apretando con fuerza el paraguas en la mano derecha y sacando las llaves de su casa del bolso con la izquierda, echó a correr.

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(Categoría La Rioja)

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